Jueves ha sido la despedida de Fabiola que parte por un mes a Buenos Aires con su trabajo y volverá a Cochabamba a fines de septiembre, un lugar en tiempo que yo ya no viviré en esta ciudad que es mi ciudad. Ha sido un encuentro breve, aproximadamente 30 minutos, y es la culminación de todas las despedidas de las personas junto con las cuáles durante 5 meses compartí un piso y mucho más tiempo una amistad. El 18 de Julio había partido Elorri, hace una semana se fue Elena y hace dos días la Fabi. (La foto, gentileza de Elena, es una de las últimas tomadas en casa con sus integrantes a punto de tomar sus caminos, aparecen en la foto de izq a der: Gabo, Ema, Fabi, Elo y Luci).
Esto no es más que una serie de eventos que se suceden sin parar en otros rubros también. Desde el año 2003 estoy ligado a la Alianza Francesa, primero como alumno y luego trabajando ahí. Ayer casi sin darme cuenta pasé mi última tarde laboral. Una despedida de una rutina querida y no tan rutina que es eso lo que debo agradecer al ejercicio de la Coordinación Cultural de la Alianza. Han sido años llenos de aprendizaje, amistades y buenas historias. Tenía 24 años cuando comencé a trabajar, parece otra vida ese 2004 en el que me sentaba en un escritorio de retiro de los tiempos de la Red Uno y la producción de la revista informativa El mañanero.
Pero es sin duda la gente la que más parece ya borrarse, o por lo menos uno puedo intuir su difuminación gracias al tiempo. Marie José no estará en dos años cuando vuelva a Cochabamba, y no se de Iván, no se de Julio y creo que Sonia y Anita continuarán en sus puestos en la nueva construcción de la Alianza.
Como adivino la difuminación de esa época que fue vivir en la casa de la Cobija, tan fuera del tiempo, llena de música y de visitantes esperados y no tanto. Es el fin de una etapa, es la esquina que dobla en la que bajo, es la parada del micro.
El espacio parece inventarse y protegerse en el tiempo, pero al final siempre este vence y desprotege el espacio. Y las personas se separan, y las personas dejan de ser esenciales, y las personas siguen en busca de otros espacios protegidos en otros tiempos. Y es maravilloso y triste. No hablo aquí de la familia que quienes tenemos la suerte de tenerla es un espacio más largo que otros, más garantizado, nos acompaña casi siempre hasta la fatalidad y por eso las pérdidas ahí sólo pueden ser totales y más tristes que ninguna otra. La familia es el espacio por el que volveré a Cochabamba, el único que estará siempre – ese siempre tan limitado- .
Hablo de las personas que conocí y reconocí desde el 9 de Junio del
En la esquina bajo.