Una habitación viene de ser decorada con los elemntos mínimos. Un colchón en el suelo, un pijama bajo una toalla disfrazada de almohada. La computadora es enchufada en una toma de corriente que acabo de descubrir. Hay tres en la habitación, las cuento y sin desearlo planifico para que las usaré. Dejo unos exámenes sin corregir en un cajón del armario. Me hecho en la cama y prendo el ordenador, pongo Misia, nací para morir contigo, esta noche toda la noche, canta en portugués que no sé cómo se escribe.
Estoy en casa.
Me gusta la idea de visitar a mis padres, de abrazarlos cuando los veo, de que me visiten, de cocinar. Sigo siendo mal cocinero, pero me gusta cocinar.
Duermo, no hay nadie en el cuarto. Salgo del cuarto, no hay nadie en la casa. Fabiola está trabajando en un pueblo llamado Toco y su cuarto permanece abandonado hace tres semanas. Elorri trabaja, vendrá seguramente en la noche, o tal vez no. Decido escribir estas líneas, imaginar que describo mi llegada a esta casa que alquilo y en la que me ilusiono con escribir, con estar conmig, como ahora.
Pienso en la conversación con la princesa y el párrafo de Neruda y me veo en Otoño del 2005. Me callo un poco, también por dentro.