Partimos de las buenas intenciones. Las intenciones son la fachada y la mejor forma de disculparse. Sobre todo porque siempre son verdaderas. Uno tiene obligatoriamente buenas intenciones. Por lo menos para uno mismo, para el beneficio propio. Y muy raras veces con intenciones de perjudicar a alguien, salvo que ese alguien sea el maldito o maldita pendeja que nos hizo una gran cagada o que puede hacernos una gran cagada, o simplemente tiene mala cara y es un peligro latente.
Yo, por ejemplo, tengo buenas intenciones. Sobre todo conmigo mismo, con mi cuerpo y con mi mente. Voy a la piscina porque me hace bien, pero no siempre, porque es invierno y en la noche hace frío. En ocasiones, como hoy, creo que mi trabajo tiene algo de interesante y que me hace crecer como persona, además que hago bien a otras personas. Creo en la cultura pese a que no mucho en los artistas, son todos unos falsos frustrados, y casi siempre carentes de autoestima verdadera, con necesidad de reafirmarse en las opiniones de otros, siempre sintiéndose expuestos, juzgados, incluso cuando al resto nos importa un carajo todo lo que dicen. Hace poco dos amigos que han logrado sacar dos películas al mercado(las dos me gustaron mucho), durante una sesión de cortometrajes locales comentaron entre sí lo siguiente:
- Hermano somos el futuro del cine boliviano.
- No hermano, somos el presente.
Y la verdad están mucho más olvidados de lo que creen pues su estreno ya fue hace como un año y las noticias culturales se olvidan aún más rápido que las políticas y muchísimo más que las deportivas que son las que realmente quedan en el imaginario de la sociedad. Sino pregunten a Oscar Galdo que no sabe cuàl fue el cuarto presidente de Bolivia (yo tampoco me acuerdo), pero sì se sabe todas las fechas significativas del fùtbol y si no sabe se las inventa, el fùtbol, el tenis, y todo el deporte, como a la princesa el Rugby, apasiona. Debo confesar que yo como casi todo el mundo también a veces sufre el síndrome del artista (trucho claro) y hasta me siento observado y juzgado, una enorme tontería, por supuesto.
Mejor la charla de esta noche con mi amigo Alex que se va en dos días quizás para siempre del país. Nada de melancolías por los tres años de amistad que terminan abruptamente con su partida. Sólo risas, hablar de chicas lindas, hablar de comida enorme, de perejiles, de un buen parmesano sobre un spaghetti al pesto. Y al final un nos vemos pronto. Nada de exposiciones. Sólo dos amigos que respiran y sienten frío más allá de las 10 de la noche en invierno, que anhelan la buena charla y una vez por semana ver una película, pero ni siquiera fijarse en quienes actúan, sólo en divertirse o inmiscuirse en la trama. Dejar aún más solos a los artistas porque sino nos cansan a todos.